lunes, 24 de junio de 2013

The show must go on

Os escribo esta carta desesperada para poner en vuestro conocimiento ciertas falacias que corren, cada vez con más peligro de convertirse en realidades definitivas.

Ha llegado a mis oidos, por ejemplo, que, en la realidad, cuando Tarzán viajó a Nueva York, se quedó allí para siempre. Se embutió en un traje, se anquilosó y comenzó a engordar. Dicen que finalmente lo encerraron en el mismo manicomio en el que Drácula recibía a todo el mundo entonando, con su voz cavernosa, la misma frase tópica: “Bienvenido. Entre en mi casa por su propia voluntad”. Cuentan que ambos murieron chocheando. Mientras Tarzán exhalaba su postrer grito, Drácula se extinguía en su ataúd.

Aseguran que el más legendario Robin Hood, sin embargo, se corrió infinitas juergas aporreando, hasta el final de sus días, cualquier piano que le pusieran delante con su, al parecer, enorme… flecha. Pero finalmente también murió, alcoholizado y cirrótico.

Leí que el Joker más impresionante de la historia, después de tener en jaque al mismísimo Batman toda una vida, había muerto, triste y pateticamente, debido a una estúpida sobredosis accidental de barbitúricos.

Y…¡Superman! ¡Juran que Superman, el hombre de acero, el alien invulnerable a cualquier cosa que no fuera la kriptonita, tras pasar mucho tiempo confinado en ella, murió en una silla de ruedas! ¡Por una maldita y absurda caída de un caballo!

... En la realidad.

Pero no puede ser. ¿Qué saben los cronistas de la realidad acerca del mundo? Nada. El suyo no tiene nada que ver con esto. El mundo de la realidad es prosaico, decepcionante y aburrido, carente de imaginación y auténtica vida. Es un hecho demostrado que yo afirmo tajantemente: Cualquier tiempo imaginado fue mejor.

¿Quien es la realidad para escribir el final de nuestras historias? La realidad jamás tuvo nada que ver con esto. De hecho nuestras historias no tienen final, nuestros héroes nunca mueren del todo, tienen el poder de resucitar y volver a vivir sus aventuras, de tener una y otra, y otra oportunidad, e intentar mil veces mejorar el original.

Precisamente, no héroes sino auténticos superhéroes, han acudido finalmente en mi rescate, y espero que logren salvarme para poder seguir sembrando sueños, para seguir siendo fantástico, ilusionante, inspirador y esperanzador, pero… debemos ayudarles todos, cerrar filas en esta lucha, porque tal vez, solo tal vez, sea ya demasiado tarde.

Pontevedra ya no tiene cines. Acababan de cerrar el único que quedaba en la ciudad.

En Madrid, junio de 2013.
El Séptimo Arte.

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