sábado, 1 de diciembre de 2012

La espera



Están sentados al Sol, esperándola. Y no es una mala forma de esperar para quien vivió toda una existencia de desenfrenado movimiento sin rumbo ni patrón, sin rumbo fijo ni consentido patrón, y despreciando siempre las cartas de navegación. Hubo en esa existencia de todo, como es natural, alegrías y penas, pero las mejores vivencias se recuerdan siempre y las otras… por supuesto están ahí pero ¿quién piensa en ellas? La mayor parte de esa existencia fue buena, en realidad fue muy buena, y lo recuerdan ahora tendidos al sol.

Sin embargo, tras todo el tiempo transcurrido, y visto lo visto, se plantean qué hubiera ocurrido si pudieran cambiar algunas cosas… A priori prefirieron vivir, en lugar de jugar con las reglas de la sociedad, viajaron sin más por toda la tierra, en pos de las volantes migraciones, llenaron sus ojos y su alma con cielos y paisajes, con palacios, templos y pirámides, castillos, montañas y mares. Pero ahora, sentados en la calle, si pudieran cambiarían algunas cosas de las que hicieron…

Tras tantas vivencias, cambiarían algunas de esas cosas:  “Estamos solos, sin casa, sin tierras, sin una sola cosa a la que llamar nuestra…”

Todas las cosas que vivieron las disfrutaron tanto que habitan aún en sus cabezas, pero no se pueden tocar, ni se puede traficar con ellas. No tienen dónde alojarse, se abrazan en las aceras, se sientan en un parque y, sentados al sol, esperan. Nadie, ni siquiera esa otra incansable viajera que ahora viene, terca a por ellos y te encuentra en cualquier parte, podría quitarles nada por mucho que tengan. Porque nada tienen sustraible, nada les molesta, nada les pesa, llevan los bolsillos cargados de amor y de experiencias.

Y, sí. Lo tienen claro: si cambiarían algunas cosas de las hicieron, incluso aunque al hacerlo tuvieran que pagar el precio de vivir algunos años menos: Cambiarían, sin dudarlo, esos pocos momentos que aún perdieron persiguiendo sociales quimeras, jugando con las malditas reglas, haciendo caso a sueños locos de príncipes y princesas. Ahora, tras tantas experiencias, se arrepienten de no haber vivido más, aún más, y de no tener aún menos, porque les sobra todo, incluso lo poco que llevan.

Ella ya llega, y ellos ya hicieron más que suficiente: pasearon de la mano, se besaron en volcanes y en selvas, rozaron las estrellas, todos los días fueron suyos, y suya fue la Tierra entera. La reciben tranquilos, su sombra se acerca, es lo único que es: una sombra traviesa que se alarga, que viene a llevarse la nada que encuentra, tras vidas tan vividas, porque las experiencias ajenas no la alimentan. Solo la vida bebe de ellas.

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