miércoles, 22 de agosto de 2012

El hombre del saco

.-¡Joder tío! ¿Por qué va a ser?  Pues porque bastante sería que terminases tú en un puñetero manicomio!- le espetó bruscamente su amigo, quien por cierto era el mejor de los poquísimos que le iban quedando.- No querrás que terminemos todos contigo. Además, tengo que decírtelo colega, no solo empieza a dar vergüenza ir contigo con esa pinta, sino que empiezas a dar hasta miedo, pareces un jodido psicokiller.

.- No puedo creer que no lo entiendas.- Respondió él, con cierto cansancio y armándose de paciencia.- No podría soportarlo de otra manera. Esta es mi ciudad, en ella están mi casa,  mi barrio, mis raíces y mi punto de partida. He nacido y crecido en ella y con ella, y no soporto lo que la están haciendo.

.- Tú mismo lo has dicho. Es tu ciudad.- insistió su amigo tercamente- Deberías disfrutarla a tope, sin disfraces, sin esconderte.

.- Sigues sin comprenderlo. Esto no es un disfraz en absoluto, no me escondo de nada ni de nadie. Es todo lo contrario, es así como quiero ver a mi ciudad, es así como realmente la puedo seguir disfrutando, viendo solo lo que quiero ver. No me gusta ver como la quitan la vida, como hacen desaparecer, por ejemplo, esas placitas en las que se han reunido siempre los vecinos, en bancos de madera y a la sombra de los árboles que ahora han arrancado de cuajo. Odio ver como los han cambiado por simple hormigón y cemento con el único objetivo de montar constantes movidas que le den más dinero al ayuntamiento. Hay un montón de politicastros, mercachifles, banqueros, un montón de sinvergüenzas empeñados en cambiar a mi ciudad el cuerpo y el semblante para amoldarla a sus corruptos intereses. Son ellos realmente los que están tratando de disfrazarla, masacrando sus zonas verdes, privándola de infraestructuras suficientes, de transportes dignos, atravesándola con autovías que dejan aisladas buenas vecindades. Emplean herramientas sutiles y crean fronteras tácitas que marginan barrios, que encierran a vecinos. ¿No te das cuenta?- Insistió ahora impaciente.- Quieren privar a esta ciudad de su lado humano y convertir su entorno en una cárcel, en un simple almacén de esclavos. Son esos miserables los que están construyendo la ciudad que precisamente no quiero ver.

.- Tío, creo que estás empezando a estar un poco paranoico.-Su amigo le miró con cierta conmiseración.

.- No es verdad. Lo que te digo es cierto, no es casualidad. Sin embargo sigue existiendo también la ciudad que yo amo y quiere defenderse y debemos defenderla. Esa ciudad que es amable, acogedora, llena de frescos rincones y “agujeros blancos”, rica en palacios y cabañas, hermosa de museos y edificios vivos y aristocráticos. Está la ciudad de los Austrias y la de los Borbones, está Recoletos y ¡está la Gran Vía! Y quiero verla y vivirla. Por eso me pongo este saco en la cabeza, por eso le hago este agujero, y por eso sigo insistiéndoos a todos con que me imitéis, porque es la única manera de seguir viendo solo la ciudad que merece la pena ver. Y tal vez, si logramos ser muchos, ellos empiecen a tener miedo del “hombre del saco” y esto les obligue a recapacitar, a pensar antes de seguir perpetrando barbaridades. De lo contrario habrán ganado la batalla, primero habrán moldeado la ciudad y luego nos moldearan a nosotros.- Y entonces, en el único ojo que dejaba ver el agujero de su saco facial, apareció un brillo sardonicamente melancolico.- Además yo no hago más que cumplir con la tradición.-

Su amigo le miró interrogadoramente

.- Se ha dicho desde siempre: “De Madrid al cielo. Y un agujerito para poder verlo”- Y se puso a reir a carcajadas, mientras a su amigo un escalofrío le recorría el espinazo.

sábado, 18 de agosto de 2012

Ausente compañía

Soledad sin tristeza, soledad sin drama, vamos acumulando para compartirla con nadie, con nada. Soledad llevo por toda compañía... El sol, los caminos y la sombra mía…

Ausencia y silencio en las veredas... vagamos en pos del consuelo que nos queda bajo el azul del cielo, ¡tristes peregrinos!, buscando los recuerdos que se vuelan. El sol, mi sombra y yo, andamos los caminos.

Me acompañan el aire, la tarde, los sonidos… el rozar de élitros, batir de patas y de alas, el cantar de las cigarras y el rumor de los grillos, algún casi alegre cascabel de caballo, a la noria de un trillo eternamente uncido, y las risas de lejanos aldeanos que me trae volando el viento ufano, caliente y amarillo, vestido de intenso trigo, reventando de sol, de oro y grana, de espigas y de grano.

Silencio y soledad, y llanuras de secano, mientras vuelan los recuerdos escapando en el canto armonioso de las aves, hacia horas más tranquilas de la tarde, en bandadas de momentos presentidos que traen lágrimas, como siempre, de llorón que nunca fue y se ha rendido a los encantos de la vida.

El sol, el silencio, los sonidos, el calor, los colores, los sentidos, una completa comunión de urbano campesino con la que honro los recuerdos que conmigo se ensañan. Una hechizada procesión, una pálida “Santa Compaña”.

El sol, mi sombra, y yo, por los caminos.

viernes, 10 de agosto de 2012

Risas y canicas
































A correr por las calles, a reír sin ton y a bailar sin son,
a cantar porque sí y a llorar porque no,
a mirar las estrellas, a imitar a un avión,
a dola catola, a la una mi mula y a las dos la coz.
A las bolas, a rayuela, al pañuelo, al rescate,
a las chapas, a la rana, a saltar a la comba,
a la lima y al limón.
Al pilla pilla, a aguadillas, al mundo al revés.
Y ¡un, dos, tres! al escondite inglés, sin mover los pies…
A la gallina ciega, a girar pirindolas, a bailar el peón…

Nada podría pasarnos si todos los niños,
todos los días, sin miedo ninguno, jugaran al sol.

jueves, 2 de agosto de 2012

¿Eliminados?

Por supuesto que Einstein era un auténtico genio, no voy a poner eso en duda a estas alturas, pero no tuve más remedio que estar más de acuerdo con Stephen Hawking que, dicho sea de paso, tampoco es precisamente un necio. Lo que no sé es por qué tuve que meterme en esa conversación multidimensional, relativa en el tiempo y el espacio, entre dos genios de distintas épocas. La frase de Einstein parecía tranquilizadora: “Dios no juega a los dados”, pero empecé a obsesionarme cuando leí la de Hawking: “Dios no solo juega a los dados. A veces también echa los dados donde no pueden ser vistos”. Sinceramente, no sé cómo funciona el Universo, pero dado lo poco que conozco de la vida, tengo que estar más de acuerdo con esa última aseveración. Llevamos siglos creyendo que lo sabemos todo y descubriendo, de inmediato, que no sabemos nada, y que además estábamos equivocados en lo poco que creíamos saber. Así pues, cuando releí las dos frases, empecé a preocuparme. El asunto es que Dios está jugando y entonces me entraron sudores fríos. ¿Y si, en lugar de jugar a los dados, Dios estuviera jugando a las tres en raya?