Hace tiempo que lo vengo sospechando. Alguien sigue mis pasos en silencio. Me acecha desde aceras y paredes, y se oculta en oscuras oquedades, me sobresalta e inquieta mis reposos.
Me vuelvo y ¡zas! Desaparece, como un mago invisible y silente. Me imita como un mimo insolente, irreverente, y, a veces, incluso me sorprende anticipándose, adelantándose a mis pasos de repente.
Nunca se ni dónde está, ni desde dónde saldrá, no sé por qué me persigue, ni qué pretende. Ni siquiera sé quién es. Mas tampoco supe nunca quién soy yo, ni lo que quiero. No se por qué amo la paz, ni por qué, en la paz, guerreo. Desconozco por qué viajo entre paisajes internos, y por qué me causan daño, cuando yo soy quien los hiero. No sé por qué soy suma y resta, carne y hierro, suma y resta de gente a la que odio y a la que quiero, carne y hierro del cuerpo con el que amo y peleo.
Sospecho que sabe más de mí de lo que yo recuerdo de mí mismo y creo que viene a por mí, con tal descaro, que no me atrevo a voltear, cuando me paro, pues sé que va a estar allí… acechando. Y creo que, más tarde o más temprano, saltará sobre mi cráneo y lo abrirá de par en par, por permitirme escapar de esa cárcel mezquina en la que yo mismo me encierro. Y no deja de asombrarme que, a presencia tan oscura, le dé precisamente vida el sol que me ilumina. ¡Qué lejanas las sombras de la luz y, sin embargo, qué unidas!
Me vuelvo y ¡zas!, me está mirando y, como ya dije, burlandose de mi, imitando mi vida.
Unas veces me asusta y, otras, me hace compañía. Enjuta y descarnada, oscura y descarada, es la sombra mía.
Tal vez nos pueda la imaginación. El caso es que en todo cuanto nos rodea adivinamos historias ocultas. A veces la cámara sorprende alguna y la saca a la luz. Y, aunque se dice que una imagen vale más que mil palabras, nos gusta unir una y otras porque sin las palabras solo sería eso: una imagen, quizá mil palabras imaginadas, simplemente una probable historia, pero es que, en esas imágenes ¡en ocasiones vemos cuentos!
martes, 31 de julio de 2012
jueves, 19 de julio de 2012
Telémaco
Telémaco contempla embelesado el horizonte, y vuela hacia él. Su
alma, en alas de las musas, busca, desde las vertiginosas alturas de la
imaginación, a su padre. Sabe que regresará tarde o temprano, que saldrá
victorioso de cualquier lance, utilizando su legendario ingenio contra
horrorosos gigantes de un solo ojo, su probado valor contra los mismos dioses.
¡El mar es de Poseidón y no le cae precisamente bien su padre! Le imagina
escapando del hechizo de hechiceras, del embrujo de los muertos, y con seguridad
Poseidón no le habrá ahorrado tampoco el encuentro con las sirenas.
Todo ello tras sobrevivir a una cruenta guerra que se ganó gracias
a ese fabuloso ingenio. Ulises le ha hecho el mejor regalo que un padre puede
hacer a su hijo, le ha hecho desear la aventura, ha espoleado su imaginación
hacia una vida llena de fantasías, inquietudes y experiencias. Ulises es un
guerrero legendario, es su rey, es casi un semidiós, pero ahora ya le espera
impaciente simplemente como hijo, espera mirando las aguas. También su madre,
toda Ítaca espera anhelante la vuelta del rey, salvo los pretendientes de
Penélope que, en realidad, esperan que haya muerto.
Telémaco añora a su padre, perdida su nave en el infinito mar. Su
madre y el reino están en peligro, y él está solo frente a esos príncipes
ambiciosos y cobardes a los que, de momento, también el ingenio de su madre ha
logrado detener junto con el tiempo, tejiendo y destejiendo los días en las
noches. Pero es cuestión de tiempo, de tiempo que se acaba. Los troyanos
resultaron ser duros de verdad. ¡10 años duró la guerra! Y ahora… ¡diez años
más lleva Ulises de viaje! Telémaco mira al horizonte y reflexiona: “Padre,
¿diez años de viaje por mar desde Troya hasta Ítaca? ¡Por Atenea! Si no estás
muerto… ¡papá, ven en tren!”
jueves, 5 de julio de 2012
Ciencias naturales
Crecimos,
entre solares,
repartiéndonos
lugares
al
alimón con los bares,
varios
tipos de cuidado,
y trenes por todos lados,
mil
gatos en los tejados,
ratas
de alcantarilla,
y muchas
flores amarillas
en
parques con jeringuillas.
Y esas raras flores blancas
que
recuerdan a la vida:
Las
tomas entre tus manos,
soplas
en su dirección,
y
enteras se desperdigan.
Así fluyeron mis días…
¡Fauna y flora, de mi barrio,
entre
las vías!
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