¡¡Sonó el despertador!! Aún dormido, se
dio media vuelta rápidamente en la cama y le proporcionó un manotazo al botón
de alarma que inmediatamente detuvo la molesta cantinela. Intuyó vagamente que llovía,
pues el sonido de la lluvia golpeando contra el cristal de su ventana le
acompañó allí donde quiera que estuviese viajando en sueños.
Soñó que se levantaba a
regañadientes, y se levantó, o siguió soñando que se levantaba. Como todos los días, puso
en práctica los cotidianos procedimientos que también realizaba sin
despertarse. Un complejo y rutinario ritual que, sin embargo, no requería más que mucha práctica, y él tenía toda la del mundo.
Se levantaba, se afeitaba, se
duchaba, desayunaba, se lavaba los dientes, se vestía, salía de casa, llegaba a
la calle, todos los movimientos todos los días, todo el proceso toda una vida.
Tanta práctica, tan poca necesidad de reflexión, que podía hacerlo todo sin
necesidad de despertarse, cuestión de simple y pura rutina.
Salió a la calle, como todos los
días, mucho antes de despertarse. Efectivamente llovía, hacía viento, el barrio
estaba lleno de obras, el tráfico era demencial, todo resultaba desagradable
y desapacible. En la parada del autobús le esperaban, o esperaba él, a sus
compañeros diarios de rutina. Cuando por fin se juntaban todos, no cabían bajo la marquesina, y el agua azotaba a
la mayoría de ellos hasta que llegaba el autobús y subían, a empujones, todos con
los paraguas plegados y empapados. Iniciaban el viaje hacinados, con el sudor y la humedad
general aumentando la temperatura como si estuviesen viajando en la barca de
Caronte, en pleno infierno. La única ventaja consistía en la imposibilidad de
caerse, aunque no pudieras siquiera agarrarte, lo que permitía seguir dormido.
Hacían todos el viaje poniendo sumo cuidado en no despertarse los unos a los
otros, así que un montón de personas dormidas llegaba finalmente a la estación del metro.
Empapado en lluvia y sudor, bajaba las escaleras, franqueaba los torniquetes, y
tomaba el primer metro que llegase, con los mismos gestos rutinarios, mecánicos,
grises, de quién aún no se ha despertado.
Muy pocas veces algo, o alguien,
un hecho fuera de lo común o alguna persona muy familiar, le ponían en un brete de despertar y
fastidiarle el día. A los simples conocidos los evitaba, se hacía aún más el
dormido aunque en líneas generales no hiciera falta, pues también los demás lo
hacían así.
De lo contrario le amargaban el
día. Alguna vez se encontraba con alguien empeñado en mantener una rutinaria
conversación, generalmente comentarios sobre las estupideces contempladas en la
televisión la noche anterior como zombis del zapping. Conversaciones sobre el
tiempo, sobre deportes, o política, nada que le interesara en absoluto. Y se
amargabas sobre todo porque, a la luz de ese molesto, indeseado, e incipiente despertar, no solo las
conversaciones, sino todos los demás durmientes y sus miradas perdidas, se
asemejaban más a cadáveres que a durmientes en realidad, lo cual le sumía en
una depresión pre-pánico que le duraba ya todo el día.
Por suerte la mayoría de los días
eran anodinos. Realizaba el viaje sin incidencias, nidespertares, llegaba la oficina, realizaba su trabajo, comía, realizaba su
trabajo, salía... Los hechos cotidianos jamás lograron despertar del todo a
nadie, así que eran muchos los días en los que lograba regresar a casa, ya de
noche, sin haberse despertado. Y entonces se volvía a acostar tras ver la tele
o, mejor dicho, tras no verla y tras haber ejecutado otros mil procedimientos
rutinarios nocturnos más. Muchas noches lograba dormirse, por fin, antes de
haberse despertado.
Lógicamente prefería no pensar
demasiado en el hecho de que existieran tan pocas razones para despertarse.
Cuando lo hacía se deprimía definitivamente y por periodos de tiempo mucho más
largos que un día. El hecho de que no hubiera demasiadas razones para despertar
era suficiente para no hacerlo, pero además daba pánico pensar en despertarse en un lugar en el que no merecía la pena despertarse. Pánico a hacerlo en medio de esa rutina
peor que la muerte. Eso era lo peor, lo que le empujaba a seguir dormido.
Despertar del todo había terminado siendo perjudicial. Su apetito de vida había sido salvaje, nada lo saciaba, y
menos aún lo que esta sociedad le ofrecía: Un deprimente fast food vital. Una minucia para
un apetito pantagruélico, sensible, latino y mediterráneo, de experiencias vitales.
Ni el cosmos en erupción sería
capaz de satisfacer una mente hambrienta de conocimientos. Así pues la pantomima
social en la que vivía no llegaba siquiera a engañar su apetito. La amenaza de
una espantosa muerte por inanición
intelectual le terminó obligando a estar en ese constante estado de letargo. Como los osos
hibernando. Solo dormido se podía aguantar una vida capaz de ser vivida sin
necesidad de despertarse.
Por fin llegó a su parada y
salió del metro. Estaba empapado definitivamente, como si se hubiera duchado en
sudor, las gotas le resbalaban por la espalda, la frente, el cuello, y, nada
más salir a la calle, el frió le golpeó con un sabor anticipado a inmediato resfriado.
Continuaba lloviendo y la lluvia empezó a empapar por fuera todo lo que ya estaba empapado por dentro, la sensación no podía ser más desagradable, aún así continuó
sin despertarse, pero intentó abrir el paraguas maquinalmente y este
se rebeló.
Decidió, aún adormilado, bajar de nuevo al interior de la estación para ponerse a cubierto durante la refriega con el maldito paraguas. Seguía lloviendo, todo estaba empapado y aquellas escaleras eran peligrosas incluso en seco, comenzó a despertarse y resbaló violentamente, cayó y se golpeó la cabeza con ruido sordo, su cráneo se abrió y su interior fluyó por las escaleras junto con su esencia vital. ¡¡Murió antes de despertarse del todo!!.
Decidió, aún adormilado, bajar de nuevo al interior de la estación para ponerse a cubierto durante la refriega con el maldito paraguas. Seguía lloviendo, todo estaba empapado y aquellas escaleras eran peligrosas incluso en seco, comenzó a despertarse y resbaló violentamente, cayó y se golpeó la cabeza con ruido sordo, su cráneo se abrió y su interior fluyó por las escaleras junto con su esencia vital. ¡¡Murió antes de despertarse del todo!!.
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