No me dejan de
mirar,
de reojo y simulando,
pero seguiré aquí
sentado
mientras rellenen
mi vaso.
Te largaste
"por un rato"
y yo te aguardé fumando
en este colonial
bar
de un remoto
país lejano.
El sol
traspasó el cristal,
vino a sentarse
a mi lado,
y una bandada
de aves
te acompañaba
volando.
Pero no me
verán llorar…
estoy tan solo
cansado,
no sé lo que
pensarán,
mas están
equivocados.
Me gastaste, sin sudar,
el viejo truco
del tabaco
y ahora, aquí
en el bar,
me toman por
un payaso.
Lo único que
ocurre,
en honor a la
verdad,
es que yo aquí
soy feliz
con mi botella
y mi vaso.
Se burlan y se
equivocan,
creen que yo sigo
esperando
cuando solo mato
el tiempo,
bebiendo,
fumando…
y, de cuando en
cuando,
con o sin las
cartas,
haciendo un
solitario.
Con infinito
sarcasmo
me miran ya
con descaro
todos los
parroquianos
esperando que
me rinda,
no tarde sino
temprano.
Ya solo vienen
al bar
esperando ver
mi llanto,
no saben que
en realidad
tú nunca me
has importado.
No me
importaban tus ojos,
ni tus senos
o tus labios,
ni tu risa… ni
tus manos…
ni el temblor
de las mías
cuando nos
besábamos…
ni el olor de
tu piel
que sentía
aún sin olfato.
De hecho no me
importó
que te
hubieras largado,
ni bebo para
olvidarlo
aunque viva
recordando.
Así, subo a mi habitación
todas las
noches borracho.
Mas no me
verán llorar,
porque, ya lo
sabes nena,
siempre he
sido muy macho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario