sábado, 18 de agosto de 2012

Ausente compañía

Soledad sin tristeza, soledad sin drama, vamos acumulando para compartirla con nadie, con nada. Soledad llevo por toda compañía... El sol, los caminos y la sombra mía…

Ausencia y silencio en las veredas... vagamos en pos del consuelo que nos queda bajo el azul del cielo, ¡tristes peregrinos!, buscando los recuerdos que se vuelan. El sol, mi sombra y yo, andamos los caminos.

Me acompañan el aire, la tarde, los sonidos… el rozar de élitros, batir de patas y de alas, el cantar de las cigarras y el rumor de los grillos, algún casi alegre cascabel de caballo, a la noria de un trillo eternamente uncido, y las risas de lejanos aldeanos que me trae volando el viento ufano, caliente y amarillo, vestido de intenso trigo, reventando de sol, de oro y grana, de espigas y de grano.

Silencio y soledad, y llanuras de secano, mientras vuelan los recuerdos escapando en el canto armonioso de las aves, hacia horas más tranquilas de la tarde, en bandadas de momentos presentidos que traen lágrimas, como siempre, de llorón que nunca fue y se ha rendido a los encantos de la vida.

El sol, el silencio, los sonidos, el calor, los colores, los sentidos, una completa comunión de urbano campesino con la que honro los recuerdos que conmigo se ensañan. Una hechizada procesión, una pálida “Santa Compaña”.

El sol, mi sombra, y yo, por los caminos.

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